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Doris Lessing. Una conversación apócrifa

Susana Blás

Llevando diario continuado desde hace décadas y habiendo sido consumidora de memorias y de textos íntimos de escritores y de artistas desde mi adolescencia, la lectura a los 39 años de El Cuaderno Dorado de Doris Lessing, reformuló mi modo de enfrentarme a la escritura. Influyó incluso en mis hábitos literarios cotidianos. Desde entonces adopté la costumbre de separar los asuntos en cuadernos de diferentes colores, tal y como hace Anna Wulf, la escritora protagonista, reservando en mi caso cuadernos de tapa azul para mis confesiones, de tapa negra para las notas sobre teoría del arte y pensamiento, y de tapa roja para proyectos profesionales; anhelando que en algún momento encontrara la energía para añadir un color más… y escribir ficción.
Doris Lessing ganó el premio Nobel de Literatura el 12 de octubre de 2007 y murió el 17 de noviembre de 2013. He buscado en mis diarios el modo en que en su momento recogí estas dos noticias sobre mi escritora predilecta: “Doris Lessing gana el Nobel. Me alegra”. “Doris ha muerto, noooo, eso no”. Apreciemos que en el segundo caso me basta con el nombre propio pues ella es mi “Doris” de referencia.
Deciros también que a partir de la muerte de Lessing, he tenido algunas citas secretas con la escritora. Encuentros en sueños. En concreto dos conversaciones en el agua: dentro de una piscina cubierta, otra en los escalones de su jardín, y una última cita en un baile de pueblo. Lo que aquí reproduzco son fragmentos de esas conversaciones con Doris:

– Falleciste con 94 años. Llegar a esa edad elevada te permitió reflexionar sobre el paso de los años… sobre la madurez, siendo para mí clave el modo en el que afrontabas en tu obra la evolución de los efectos.
– Entenderás que desde mi nueva posición no me interese ya tanto el asunto, porque mi naturaleza ha variado, pero tienes razón… Lo que estás preguntando es cómo llevaba ser vieja ¿no? Pues ¿qué le vas a hacer? Te anticipo que no hay más remedio que vivir la vejez. Pero si es cierto que el destino de todos nosotros, envejecer, o incluso hacernos mayores, es tan cruel, que mientras gastamos todas y cada una de nuestras energías en intentar despistarlo o posponerlo, en realidad raramente conseguimos que su constatación no nos hiera aguda y fríamente.
– Me resulta tan raro verte muerta… porque para mí, toda tu obra habla de sobre-vivir, de vencer a la muerte…
– La raza humana es experta en supervivencia. Yo he visto cómo determinadas personas subsisten en medio de un desastre continuo. Lo vi de niña en Rodesia y lo he visto de adulta en muchos sitios. Llevan una vida miserable, y si mis novelas se ambientan sobre un fondo muchas veces desastroso, también he querido dar espacio a la esperanza en aquellas personas que perseveran y nadan a contracorriente.

“Las cosas que son importantes en la vida llegan sin que una se dé cuenta. No se las espera. Se las reconoce después de que hayan aparecido.”

– Doris, últimamente tengo miedo a que mis decisiones vitales, y mi búsqueda de la felicidad, influyan a mis hijos, y les dañen.
– Susana, apréndete esto: la culpa aniquila nuestra energía. Nos consume. No entiendo porqué existe tanta culpa en nuestra sociedad. En mi biografía describo cómo llegué a sentir tanta culpa por dejar a mi familia, por dejar a mi esposo, por tomar decisiones radicales; pero me di cuenta que para abrirme camino y realizarme, había sido preciso tomar esas decisiones Luché por borrar la culpa de mi lado, pero no es algo fácil de hacer. Incluso, es dificilísimo escribir sobre ello, al menos en mi caso.
– ¿Qué has pensado en lo que te comenté en la piscina, en “enamorarse en la madurez”?
– Hay pocos estados más dolorosos para el cuerpo, el corazón y la mente que el enamoramiento, pues es la mente la que observa cómo la persona que se supone que la rige se comporta de una manera loca e incluso vergonzosa. Porque las personas se enamoran con frecuencia y no se enamoran en condiciones de igualdad, ni tan siquiera al mismo tiempo.
– Sé que te apasiona el tema de los sueños, y valorarlos como parte de la realidad, como posibilidades de vida paralela y no de “no vida”, de ahí que te interesara el sufismo, imagino… y el modelo de espiritualidad que propone.
– Mira, hay quienes han especulado que me interesé en el sufismo por la ponderación que hace de los sueños, de las experiencias oníricas Y mi interés por los sueños lo he tenido desde siempre, desde niña. Incluso ha llegado a darle cuerpo, de un modo parcial, a mis novelas; pero mi afición por el campo onírico no tiene que ver con mi orientación sufista. Eso pertenece a un tema muy íntimo del que no hablo, que sólo “vivo”, como estoy haciendo contigo ahora.