Cuatro máquinas sincronizadas disparaban -dos a dos- esencias de chocolate y mantequilla. La conjunción de ambas esencias descubría las paredes del lugar a su época, amnesia de contenidos, con una alta carga de extrañas sensaciones. A veces los olores viajan más lejos que la propia memoria visual.
La segunda propuesta estaba íntimamente relacionada con la anterior temporalmente. El valor, la posibilidad y el juego-lotería. Con el cheque que a cada uno de los artistas participantes nos correspondía en concepto de producción (100.000 pesetas de las de antes) esta pieza se planteaba con la ocultación del cheque y la disponibilidad del público-espectador a buscarlo, y en caso de que éste fuera encontrado, a percibir la cantidad en él señalada. Se daba la expectativa de convertir al espectador en la primera pieza, es decir, mirar más allá de los 360º, más allá de las obras expuestas, de crearse sus propias estrategias de percepción. El cheque se ocultó en un sobre con la dirección postal de Doméstico. El código postal formó parte del entramado: una casa con siete habitaciones, una cocina y dos baños... a la que se sumaba el buzón postal.