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Postales. 2010-2012

Las postales han ocupado un lugar muy especial en la transmisión tanto local como global del patrimonio nacional y de las colonias. Las postales han sido testimonio activo que conectaban origen y destino. La postal se convirtió en mensajero con marca de identidad, ya que traspasaba sus fronteras llevando una imagen precisa. El carácter historicista, político, social y cultural que se desprende de las postales, sus formatos y el color contienen una intencionalidad que aunque de dimensiones reducidas, cumplen su función en los medios de comunicación fortaleciendo la identidad nacional, y el orgullo cultural.
Una serie de postales de los años 60, 70 y 80 que han sido recopiladas a lo largo de varios años en los diferentes puestos de la Plaza Nueva de Bilbao. Estas postales guardan un mismo denominador: la cualidad de formar parte fragmentada de lugares (re)visitados, y que han llegado desde diferentes regiones de la Península a Bilbao en forma de felicitación, recuerdo o simplemente testimonial.
Esta cartografía de cascadas de agua, montañas, monasterios y textos, construye una imagen de imágenes con la extrañeza de la escala de los lugares y la memoria de los textos.

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Las postales había empezado a coleccionarlas a mi llegada a Bilbao, estas las compraba en el mercadillo. Estás tenían una doble lectura, o un plano y contra plano como diría Godard. Por un lado el paisaje turístico, y por otro lado el texto escueto, con su caligrafía, sus faltas ortográficas… nos hablaba de un momento histórico, y nuestro estado cultural.
Los materiales tanto los de celuloide como los de las postales o periódicos están en un estado de desaparición.
Las postales es un concepto transversal que relaciona el paisaje con las personas, los lugares y los momentos. Es natural y cultural, es individual y social, es cambiante a lo largo del tiempo y es objeto de cambio. Es fruto del trabajo acumulativo del hombre y de los excedentes de capital. Es fuente de riqueza y por lo tanto objeto de especulación. El paisaje natural está socializado, el paisaje social está mediatizado y el paisaje industrial está deslocalizado. Esta exposición nos lo reafirma.
Los artistas no inventan el paisaje, son agentes que contribuyen a su intervención, reproducción, comprensión e interpretación. Aunque el paisaje representado sea fruto del delirio más subjetivo, siempre será una construcción que remite a un momento histórico, en un constructo cultural y a una articulación social. Lo que inventa el artista es el espectador, pero este es un sujeto emancipado con capacidad de reinterpretar, repensar e intervenir de nuevo el paisaje sugerido. La mirada del artista no tiene por qué coincidir con la mirada del espectador. Sin paisaje no es un rechazo del paisaje, es una reivindicación de que todo paisaje es fruto de la acción humana, es parte de un proceso, y todo proceso implica algún tipo de desaparición, el paisaje que resulta es un nuevo espacio resignificado.

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